#ElPerúQueQueremos

Candelejones

Publicado: 2011-07-24

Algunos apuntes levemente tragicómicos a propósito del publicitado cargamontón literario contra Corbacho.

Allá por 1965, cuando Osvaldo Reynoso publicó en Lima la novela “En Octubre no hay milagros”, el crítico José Miguel Oviedo escribió: “Trataremos a su autor como lo que, evidentemente es: un autor fascinado por la abyección, la morbosidad y la inmundicia en que se revuelca el hombre de esta misma pudibunda ciudad, ese tipo de narrador coprolálico que apenas si asoma en nuestra literatura”. Hoy, 46 años después, en declaraciones al diario “La República”, Reynoso –uno de mis autores más queridos y a cuyas obras debo, entre otras cosas, mi educación sentimental- sentencia: “Lo que escribe Luis Corbacho es basura. Es mediático. Es transgénico. Hace daño a la cultura. Este año cumplo 80 años y no me queda tiempo para desperdiciarlo leyendo este tipo de libros.”

Primera decepción: uno de los autores más importantes –y más satanizados- de nuestra literatura hace con otros lo que nunca le gustó que hicieran con él: menosprecia, tacha, margina a un joven escritor homosexual. Y lo que es aún más triste: lo hace con un autor que él nunca ha leído. Es obvio entonces que no son sus libros lo que él, tan ofuscado, ningunea: es la persona. Le repele la persona, no su obra. Entonces recitemos juntos a San Oscar Wilde, maestro Reynoso: El hecho de que un hombre sea un envenenador no prueba nada en contra de su prosa. Pero Osvaldo no es el único que descalifica a priori y sin leer. Fíjense ustedes en la opinión que, sobre Corbacho, emitió esta semana otro bravo de bravos; el gran cronista Eloy Jáuregui: De ese tipo no he leído ni leeré nada, no vaya a ser que me pegue la mariconada. Bueno, bueno: he aquí mi segunda, profunda decepción. Yo no tengo ninguna duda de que Eloy ha leído, lee y seguirá leyendo a Martín Adán, a Jorge Eduardo Eielson, a César Moro y a Juan Gonzalo Rose hasta el borde célebre de las lágrimas. Me consta, incluso, porque lo he escuchado ensalzándolos, que adora a Lezama Lima y que uno de sus poetas favoritos es Luis Cernuda. ¿Y? ¿entonces? ¿en qué quedamos? ¿Por qué, entonces, habiéndose pasado la vida leyendo a tanto cabro no se le ha pegado aún la mariconada? Cuento con pruebas de que el acto fabuloso de la lectura no pone al lector en riesgo de adquirir, por ósmosis, ninguna característica, (las comillas son nuestras), “buena” o “mala” del escritor al que está leyendo. Llevo un par de décadas leyendo todo lo que Eloy escribe y todavía no me ha contagiado nada. Ni su talento ni ninguno de sus hobbies. Leer es bueno, leer te abre la mente siempre, leer de todo y a todos, leer sin prejuicios. Sin ascos ni alergias. Sin excepciones. Ahora que me acuerdo, ¿no fue Eloy, en la Feria del Libro de Lima del año pasado, el presentador estrella del libro El amor y la vía láctea de la muy afamada y curvilínea poetisa Giuliana Llamoja? ¿Acaso alguien, protestando contra la FIL por permitir tal evento, se cortó las venas con un cuchillo de cocina? ¿Acaso a alguien se le pegó la matadera? Hasta el cierre de esta edición, ni Jáuregui ni ninguno de los seguramente letraheridos lectores de aquel libro había terminado degollando a su vieja todavía.

También he leído a algunos –tercera decepción- escandalizarse porque, mientras el Nobel peruano Vargas Llosa inauguró la Feria del Libro de Buenos Aires, el novel argentino Corbacho inauguró la de Lima. Habría que preguntarse si eso ocurrió por decisión personal de Vargas Llosa, (que, como cualquier lector mínimamente viajado, conoce las galácticas distancias que separan a la feria argentina de la peruana), o por defecto de los organizadores que no lograron realzar el evento garantizando la presencia de MVLL, justo en el año en que más se le necesitaba. La inauguración de la FIL fue, más bien, una ceremonia protocolar, estuvo a cargo de los Señores Ministros de Cultura y Educación y del Señor Presidente de la Cámara del Libro quienes, se los puedo apostar, pronunciaron unos pomposos discursos con los cuales se aburrieron tanto o más que el infortunado público asistente. Y habría que intentar entender también, que no es lo mismo inaugurar la feria que presentar un libro el día en que la feria abre sus puertas. A las pruebas me remito: ese mismo día, el 20 de julio, un ciudadano que responde al nombre de Reynaldo Villanueva Ure presentó un libro de su autoría intitulado “Centrales Hidroeléctricas”. ¿Alguien podría decir que Villanueva Ure inauguró la Feria del Libro 2011?, a ver, ¿algún voluntario para protestar?

Pero sigamos: también presentaron sus más recientes opus aquel día inaugural los señores Eduardo Gonzáles Viaña, Raúl Wiener y Maynor Freyre, by the way. Se los cuento por si acaso no se hubieran enterado. Finalmente, cuarta y última decepción, he leído y/o escuchado atónito a mis amigos Javier Arévalo, Aldo Vela de Somos, Katia Adaui de La Mula y Kike Narro de RPP, todos apreciables colegas mecanógrafos y algunos de ellos más o menos openly gay o por lo menos, gay friendly, declarar -haciendo gala de una histeria moral francamente digna de mejor causa- que “la presencia de Corbacho desmerece la feria y reafirma la falta de educación y cultura de los peruanos” aunque quizá sirva como “caballo de Troya” para que, quienes no están interesados en los libros terminen acudiendo. O que Corbacho es un impresentable, (quienes hemos pululado alguna vez por las pestilentes cantinas culturosas de Quilca, el Superba y demás landmarks literarios de esta ciudad sabemos bien que la presentabilidad externa o interna no es precisamente una virtud que haya caracterizado nunca a nuestros más celebrados poetas malditos). “Me da bastante vergüenza arrancar así de mediocres” –escribe Adaui en su blog Casa de Estrafalario- “Que arranque la FIL cualquiera de quien podamos aprender algo” Y luego agrega: “Gracias, Margo Glantz, por elevar el nivel de nuestra FIL con tu dignísima presencia. Para mí, tú debiste abrirla.” Su vergüenza me deja, como diría Bryce, llenecito de preguntas: ¿Qué suprema autoridad decide lo que es mediocre de lo que no? ¿El men de la FIL, Jaime Carbajal? ¿Quién decide quién es “dignisima” y quién, “indignísima”? ¿Su administradora Doris Moromisato, figura señera de la poesía lesbiana? ¿Quién decide de quién se puede aprender algo y de quién no? ¿Acaso no se puede siempre aprender algo de todo el mundo, hasta de Jack, el destripador? Todo esto es escandalosamente subjetivo. Lo único objetivo es que, en 4 días, el abominado “Morir maquillado” del leproso Luis Corbacho lleva ya 300 ejemplares vendidos. Humilde record limeño del que no nos podemos jactar ni Gonzáles Viaña, ni Wiener, ni Freyre, ni Arévalo, Ni Vela, ni Adaui, ni Narro ni yo. De modo que a relajar, literatos aterciopelados. Serénense un poquito y sigan rezando conmigo la plegaria que Osquítar nos enseñó: No hay libros morales ni inmorales. Sólo hay libros bien escritos y mal escritos. Y para poder decidirlo, pequeño detalle, hay que haberlos leído primero.

*Post-scriptum: Por tratarse de un artículo que –como todos los que he publicado- tiene inocultables y quizá ilusas pretensiones literarias, nada escribiré acerca de lo dicho al respecto por los señores Carlín, Peluchín, Periquito Pin Pin y demás distinguidos coleguitas en el palpitante y ciertamente ilustrado universo de la farándula chola.


Escrito por

Beto Ortiz

Soy periodista y no tengo amigos, tengo fuentes.


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